Por Charlotte Cáceres

Desde Abraham hasta David, hubo catorce generaciones. Desde David hasta que los judíos fueron llevados prisioneros a Babilonia también hubo catorce generaciones, y otras catorce desde ese momento hasta el nacimiento del Mesías (Mateo 1.17)

Cuando leo genealogías, me cuesta concentrarme, de hecho lo único que pienso es pasar al capítulo siguiente, a la acción, pero leer genealogías deberían ser relevante para nuestra lectura, porque por media de ella, Dios nos da esperanza.

Cuando empezamos a leer Mateo 1, versículo 1, vemos que la historia de Jesús empieza de una manera común, con personajes que resaltan y que son considerados como héroes de la fe, ¡Un linaje importante para quien sería el Mesías de Israel. Pero cuando miramos más profundamente, y conocemos las historias que esconden estas personas, nos encontramos con hombres no tan perfectos, sino que con hombres caídos y bastante lejos de ser considerados perfectos.

Uno de ellos es David, el mejor Rey que pudo tener Israel. Valiente, con un corazón dispuesto y humilde, admirado por todos. Sin embargo, le falló a Dios, aprovechándose de la mujer de otro, y asesinando a su prójimo. Otro hombre clave dentro del linaje es Abraham, conocido como el padre de la fe, quien le creyó a Dios, aun cuando nada tenía lógica y sentido, y fue bendecido por ello. No obstante, también falló mintió y se hizo pasar por el hermano de su esposa.

Y es por esto que es tan importante mirar un poco más allá de lo que nos presenta el texto, porque si a simple vista tenemos a grandes héroes de la fe, cuando vemos un poco más profundo, nos encontramos con hombres pecadores, que cayeron, que no pudieron y que eran frágiles, tal como nosotros.

Pero por sobre todas las cosas, hay algo que me llama la atención, la existencia de mujeres en esta genealogía. Si bien ya es raro que sean nombradas (porque en la época no eran contabilizadas en los linajes), estas mujeres, no son cualquier mujer.

Tamar: Dios se preocupa de la mujer vulnerada
Rahab: Dios se preocupa de la mujer prostituta
Rut: Dios se preocupa de la mujer extranjera


A través de estas mujeres, quienes fueron insertas en la historia de Cristo, podemos ver cómo la gracia de Dios las incluye, cómo Dios las tiene en consideración y no se ha olvidado de ellas, y las hace parte de su familia (lo que me hace reflexionar profundamente en si tengo la misma preocupación).

La primera parte de la genealogía termina con David, para dar inicio a la vida de Salomón, con un énfasis muy triste: su nacimiento fue parte de adulterio, y la Mateo lo recalca, casi como parte de una razón de lo que viene a continuación. A partir de ese momento, la historia no puede ir más en decadencia.

Salomón, quien fue considerado el hombre más sabio en la tierra, terminó siendo un mujeriego que a causa de su pecado, terminó adorando a otros dioses y alejando su corazón de Dios. A causa de esto, el reino se dividió, y cada Rey posterior fue malo, a excepción de unos pocos. Todos estos reyes tienen algo en común, su poca fe en que Dios los podía salvar, los llevaba a hacer pactos con otros reinos y terminaban adorando a otros dioses, rompiendo así continuamente la ley de Dios. Es por esto, que el final de esta segunda parte del linaje termina muy mal, deportados en Balinonia y con una esperanza rota.

La tercera y última parte de esta genealogía tiene nombres desconocidos, historias más escondidas, y no tan reconocidas. Aun así nos encontramos con nombres que claman esperanza; Eleazar, Dios es mi ayuda, Eliaquim, Dios establece, Eliud, Dios es mi ayuda. Es tanta la decadencia que es muy poco lo que sabemos, sin embargo, Jesús llega a restaurar todo lo que habíamos roto, él sabía que no seríamos perfectos y la historia lo demuestra, por lo que él termina perfectamente la trilogía de esta genealogía, siendo el Salvador del mundo, el perfecto.

El nacimiento de Jesús, siendo el último de catorce, nos dice que no hay nada más que esperar, que él es el principio y fin de nuestra historia, que la esperanza viene con Él, y si cumplió con venir a rescatarnos, debemos creer que volverá para llevarnos a una ciudad santa, que será reinada por él, y entraremos con él no porque seamos perfectos, sino porque somos perfectos restaurados por él.