Mi nombre es Francisco Flores, soy Arquitecto de la UTFSM y actualmente sirvo como Asesor de Formación del GBU y Director del Programa de Formación de Asesores (PFA). Sin embargo, este no es mi primer periodo, antes fui Asesor de Campo para la región de Valparaíso por cuatro años (2013-2016), rol que dejé un tiempo para estudiar en el Seminario Teológico por tres años (2017-2019), y de esta manera, capacitarme para el servicio a los otros.
Durante este segundo periodo he sido privilegiado de desarrollar una de mis pasiones: la formación y la capacitación. Principalmente he podido observar, soñar y planificar lo que un asesor necesita para desarrollar su labor. He podido dedicar tiempo a pensar y revisar el rol del asesor en lo teórico, y también hemos podido escribir algunos pequeños y humildes documentos que nos ayudan a enmarcar la labor del asesor, aunque tengo muy claro, habiendo sido un asesor de región, que todo esto dibujado en un papel puede variar según el contexto.
Por lo mismo, y al pensar en lo que fundamentalmente ha significado para mí “ser” asesor, pienso en ese desafío constante de construir un liderazgo desde la humildad y la vulnerabilidad. “Desafío contante” porque esto no ha sido fácil para mi, por la tendencia de mi corazón, pero también porque esto es sumamente contracultural. Cuando la sociedad y la cultura te moldean para ser orgulloso y fuerte, valerte por ti mismo, capacitarte para mostrar que eres mejor, vemos y conocemos a un Jesús que lava los pies de sus discípulos, que se despoja de todas sus riquezas y títulos, para hacerse uno como nosotros. No tengo otro mejor Maestro de liderazgo de humildad y vulnerabilidad que mi Maestro Jesús.
Y es que la labor del asesor trae grandes tentaciones, como el hecho de sabernos que otros nos necesitan, o el creernos los “mesías” de otros. Y es allí cuando el Espíritu nos confronta para recordarnos que somos nosotros los necesitados del verdadero Mesías.
Gracias a Dios no he estado solo en esto, y Dios ha puesto a hermanos mayores tan valiosos e importantes para mi crecimiento, a quienes agradezco su paciencia conmigo y su amor para enseñarme, corregirme y alumbrarme en mis momentos en los que mas “perdido” he estado.
Y en medio de este desafío contante de construir un liderazgo humilde y vulnerable, el Señor me ha enseñado a mirar al ministerio universitario desde esa perspectiva:
«El reino de los cielos es como un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. Aunque es la más pequeña de todas las semillas, cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en árbol, de modo que vienen las aves y anidan en sus ramas».
Mateo 13:31-32 NVI
Por alguna razón siempre relaciono esta parábola con el GBU. He aprendido que el ministerio es humilde, frágil y vulnerable como una semilla, y que depende de tantos factores para dar su fruto: la tierra en la que cae, el agua que recibe, la cantidad de sol que le llega, etc. y es allí donde veo la soberanía de Dios, porque veo un movimiento que aunque siendo vulnerable como cualquier semilla, ha dado fruto (este año celebramos 57 años de fidelidad) y para mi, es una muestra de un Dios que sostiene su obra, donde es Él quien provee de la tierra adecuada, da el agua necesaria, el sol necesario, etc.
Me encanta ver y sentir que somos un movimiento que no aspira a “grandes cosas” (y espero que los lectores entiendan bien a lo que me refiero): no somos de planificar y aspirar ejecutar eventos masivos, o mega proyectos sumamente ambiciosos o que los números nos importen demasiado, sino que siempre en humildad entendemos que desde “lo pequeño” (como la semilla) Dios hace grandes cosas. La transformación que el evangelio nos muestra viene “desde lo pequeño”, desde la conversación del pasillo con tu compañero (cuando había “normalidad”), desde ese humilde estudio bíblico que se comparte en un grupo pequeño en una sala pequeña, desde esa pareja de oración que se comprometió a orar en su campus y por su campus, etc.
Somos testigos de que esa semilla da fruto, y soy testigo de eso, después de tres años fuera del GBU por mis estudios teológicos, me encuentro con un movimiento mucho mas robusto, mucho mas maduro, que ha crecido en muchos aspectos. Se que nos falta mucho en que seguir creciendo, pero en la lógica de Dios y en la lógica de esta parábola, lo hacemos desde un corazón humilde y vulnerable, desde lo pequeño, desde la humilde y vulnerable semilla que depende completamente de Dios para crecer y ser ese árbol que da sombra y donde las aves anidan.
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