Hace poco tuve la oportunidad de estar en el campo con una amiga, y he aprendido mucho sobre su trato con los caballos. Un mundo muy lejano para mí que he vivido en la ciudad toda la vida, y aunque me gusta el campo, una cosa es pasar unos días en el campo y la otra es vivir en el campo.
Un día estaba lloviendo mucho y sus caballos vinieron a la pesebrera, me di cuenta de que mi amiga se alegró de ver que ellos identifican ese lugar como un lugar seguro, y por cierto, seco. Pudiendo estar libres por el campo, llegan por alimento y abrigo. No voy a idealizar ni humanizar las razones por las que los caballos llegan a ese lugar. Pero seguramente si fuera una ‘humana maltratadora’, esos caballos se irían lo más lejos posible de ‘su humano a cargo’. Observando ese comportamiento y otros de cuando ven a ‘su humana’, me recordaron que parte de nuestra identidad como humanidad es ser cuidadores.
Al principio de la biblia, el libro de Génesis nos cuenta que Dios nos dio la labor de cuidar y cultivar. Esto es porque fuimos creados con habilidades para eso, y con un corazón de ‘cuidadores’, reflejo de nuestro Creador. Pero esta parte de nuestra identidad ha sido desdibujada por el pecado y por lo tanto, en contraposición, nos encontramos con el abuso. Abuso a la tierra, abuso a nuestros cercanos, abuso laboral, etc. Abuso en tantos niveles, incluso de abusamos de nosotros mismos, por eso ha sido necesario la aparición de conceptos como el «autocuidado». Y es que pareciera que tuvieramos una tendencia a no saber cuidar de nosotros ni de nuestro entorno.
Hoy necesitamos como comunidad de discípulos de Jesús, recuperar nuestra identidad de cuidadores, mirando a Jesús y siendo transformados por Él. Seguiremos luchando con esa imagen distorsionada, pero el evangelio nos da la buena noticia de que en Jesús podemos aprender nuevamente a ser esta humanidad cuidadora.
Hoy entre frases como: ‘Somos el virus, deberíamos extinguirnos’, o las múltiples malas noticias con la situación medioambiental. Necesitamos responder con la buena noticia de transformación de Jesús. Y que cuidar de otros y cuidar de la tierra y sus criaturas, vuelvan a ser parte de nuestra identidad de discípulos. Que este sea nuestro testimonio hasta que el verdadero Rey de este mundo vuelva. ¡Te esperamos Jesús!
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