Con la elección de los constituyentes y otros tres cargos públicos el pasado fin de semana, nuestra fe se ha remecido como hace mucho tiempo no pasaba . Muchos son los partidos y las voces que han intentado apoderarse de la voz del pueblo protestante en Chile. Nuestra historia con la política ha sido más apasionante y estrecha de lo que muchos somos conscientes. Es por esto que el pastor Jonathan Muñoz habló con nosotros para revisar este tema que, a veces, es tan complejo para los cristianos: fe y política.
Creemos que, como ciudadanos y ciudadanas, tenemos el deber cívico de enfrentarnos responsablemente a los desafíos de la política. Todo esto, por supuesto, sin perder nuestro norte, que es Jesús mismo. Pero el camino de la fe no es recto ni plano. Por lo tanto, no somos inmunes a sufrir tropezones en nuestra travesía.
¿Qué hacer en estos casos? Claro que orar y buscar sabiduría dentro de la Palabra. Pero hoy, por este medio que por misericordia de Dios tenemos, queremos ofrecer un complemento a estas soluciones. Buscamos un poco de la sabiduría que el Señor le ha dado a Jonathan Muñoz, pastor presbiteriano que goza de una buena cantidad de experiencia haciendo dialogar fe y política. Vivencias que ha complementado con actividades extracurriculares durante su tiempo como secundario y universitario, así como sus estudios de Teología en Brasil.
Jonathan Muñoz se crió en el seno de una familia presbiteriana y su abuelo era pastor, es decir, desde que nació siempre participó de la vida de iglesia. Sin embargo, recién a los 13 años de edad tuvo un encuentro personal con el Señor. Actualmente, lleva pastoreando 10 años la Duodécima Iglesia Presbiteriana de Santiago, tiene estudios de teología en São Paulo, da clases en el Seminario Teológico Presbiteriano de Chile, está casado y es padre de dos pequeños.
¿Cómo ha sido su relación con el GBU?
Ha sido una relación maravillosa por la cual estoy muy agradecido al Señor. En mi primer año de Universidad, mientras estudiaba Trabajo Social en la UC en el Campus San Joaquín, el núcleo de GBU literalmente me refugió, me nutrió y me fortaleció en medio de muchos desafíos que eran nuevos y desconcertantes para mí. Allí conocí muchas formas distintas de amar, servir y vivir la vida cristiana que hasta el día de hoy cargo conmigo como un tesoro. Cada vez que tengo la oportunidad de compartir con GBU soy edificado por las y los estudiantes, por las conversaciones, por los tiempos de oración y comunión.
La universidad es, en muchas ocasiones, el primer lugar donde muchos cristianos ven sus creencias puestas en diálogo con la política de su país o ciudad. ¿Fue así en su caso?
La verdad es que no. Mi fe se vio puesta en ese diálogo unos años antes con varias circunstancias, pero destaco especialmente una ocasión en la que me vi involucrado -mientras cursaba la educación secundaria en la ciudad de Valparaíso- en una interesante confluencia entre movimientos estudiantiles y loncos mapuches porque queríamos organizar algunos eventos culturales y otras acciones sociales a favor de los derechos de los pueblos originarios del sur de Chile.
Era parte del liderazgo de esta iniciativa como evangélico abierto y reconocido. Todos los demás (agnósticos, ateos, de convicciones muy distintas a la mía) sabían que desde mi fe en Cristo yo estaba en ese lugar, moviendo contactos, enviando cartas, teniendo reuniones, etc. Y haciendo uso de la experiencia que ya había adquirido previamente organizando eventos evangelísticos casi sin plata y haciendo misiones de verano. Algunos colegas de iglesia me cuestionaron que participara en ese movimiento, pero yo nunca logré entender su cuestionamiento.
Fe y política
¿De qué manera se deben enfrentar los desafíos de la fe en tiempos de elecciones? ¿De qué forma debería reaccionar la iglesia?
Creo que hay muchas cosas que se podrían decir al respecto, pero yo enfocaría en una principal: ¡que la iglesia guarde su corazón! Hace mucho tiempo ya que la política dejó de ser un diálogo respetuoso, donde valoro y valido al otro más allá de si concuerdo o no con sus ideas. Las convicciones políticas hoy, lamentablemente, se presentan a sí mismas como devociones que seducen el corazón y le dicen a lo más profundo del alma humana qué futuro glorioso debe anhelar, qué cosas, personas y valores debe amar sobre todo y en qué premisas incuestionables debe creer con toda firmeza. Las visiones políticas de esta manera terminan ofreciéndose a sí mismas como fuente de esperanza, de amor y de fe.
Pues bien, para los creyentes en Cristo nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor sólo deben estar, CON EXCLUSIVIDAD TOTAL Y ABSOLUTA, en Cristo, en Su Evangelio y en Su Reino, ¡no en ideologías! Esta forma de abrazar las visiones políticas enfría la fe en Cristo de muchos, ya que dejan de ser simples visiones políticas, y pasan a ser religiones, credos, idolatrías sociales y culturales.
Y muchos de estos valores políticos, incluso, son excelentes valores que la Palabra de Dios promueve: igual dignidad entre hombre y mujer, el cuidado de la vida del nonato, trato respetuoso hacia las minorías, libertad para emprender y negociar, una mejor educación y salud para todos, el cuidado especial hacia los más desaventajados de nuestra sociedad, la libertad de culto, etc. Pero la mayoría de las veces la idolatría comienza justamente cuando cosas buenas acaban siendo puestas en un altar que no les corresponde y esto termina en odio, violencia y deshonra al nombre de Dios.
¿Es la fe algo político? ¿O son cosas que deberían mantenerse separadas?
En un cierto sentido, todo es político ya que todo tiene consecuencias directas o indirectas sobre el cómo vivimos en comunidad, en las “polis”. Por otro lado, todo es espiritual, ya que como dice el apóstol Pablo, todo lo que hacemos, lo hacemos con acciones de gracias buscando la gloria de Dios o, en su defecto, lo hacemos para opacar Su gloria y auto-glorificarnos pecaminosamente a nosotros mismos.
A nivel espiritual, del corazón, ¡no hay punto medio! Pero es justamente por causa de que buscamos la gloria de Dios en todo, que las distintas esferas o aspectos deben distinguirse: la manera cómo se glorifica a Dios en el trabajo no es cantando alabanzas, sino haciendo un trabajo excelente; la manera cómo glorifico a Dios haciendo deporte no es predicando, sino desarrollando mis capacidades al máximo y respetando las reglas del juego;
La manera cómo glorifico a Dios en mi participación política, por lo tanto, no es recitando versículos como loro, sino sabiendo dialogar racionalmente con el que piensa distinto en una sociedad plural a fin de mostrarle que los valores de Cristo son los que mejor nos guiarán hacia la construcción de una polis mejor para todos, incluso para lo que no quieren creer en Jesús.
¿Deben o no deben los cristianos involucrarse en política? ¿Deben hacerlo de algún modo o alguna manera determinada?
Como ciudadanos de una república democrática, creo que todos ya estamos involucrados. ¡Incluso el negarse a votar ya es un acto político! Pero como actores en política (concejales, alcaldes, constituyentes, diputados, seremis, etc.), creo que deben hacerlo solo aquellos cristianos que han sido llamados por Dios para ello. Aquí no me refiero a un llamado místico, sino a esa confluencia maravillosa entre (1) sentir deleite en dedicarse al servicio público, (2) poseer habilidades reconocidas para liderar, administrar y servir en la esfera pública y (3) haber recibido alguna capacitación fundamental en administración pública y en ciencias políticas. Los cristianos que tienen este llamado deben involucrarse, porque si no lo hacen están enterrando el talento que Dios les dio, y ya sabemos que eso no es nada bueno.
¿Existe, realmente, un «partido cristiano» cuando hablamos de política chilena? ¿Qué piensa de esas figuras públicas que intentan adjudicarse la voz de los evangélicos y protestantes en Chile hoy?
Estoy convencido que, en estos tiempos actuales, cualquier cristiano que vive su fe de forma coherente, con una cosmovisión distintivamente cristiana, estará huérfano políticamente. No conozco ningún partido político actualmente en Chile que no tenga contradicciones, en sus ideales o propuestas, con la fe evangélica y, al mismo tiempo, veo que todos o gran parte de ellos tienen muchas luchas y causas interesantes que hacen que un cristiano sienta deseos de ser parte de ellas.
Así que nos encontramos en una paradoja en la cual cualquier involucramiento en política (porque estoy convencido que los partidos, coaliciones y alianzas son necesarios) de parte de un cristiano debe hacerse con cierto distanciamiento y desapego.
¿Qué cree que es lo más importante a tomar en consideración, en relación con nuestra fe y nuestra relación con Jesús, ahora que estamos viviendo procesos políticos importantes?
Como dije hace un momento: examinar nuestro propio corazón y arrepentirnos si hemos abrazado idolatrías políticas. Buscar intensamente al Señor en oración y lectura de la Palabra, sabiendo que como creyentes estamos aquí para avanzar el Reino de Dios y Su justicia y no una agenda política humana. De hecho, se hace imprescindible tener claro que ninguna agenda política actual es capaz de contener el Reino de Dios e incluso más: todas (literalmente: TODAS) las coaliciones políticas tienen el potencial de tornarse en bestias feroces o en falsos profetas como los del Apocalipsis. Así que a no olvidar:
El Reino de Dios avanza con el poder de Dios y Su Espíritu y mediante las estrategias de Dios que se fundamentan en el perdón, la gracia y la compasión y no mediante los juegos de poder humanos… no nos vaya a ocurrir que, creyendo estar haciendo la obra de Dios, nos encontremos haciendo el trabajo del diablo.
Revisa el taller de Fe y política que realizó el pastor Jonathan Muñoz en la Semana de Encuentros 2021:
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