Giovanni López es un ingeniero químico nacido y habitante de la Pintana. Es a quien quisimos entrevistar para preguntarle una serie de interrogantes que podrían surgir respecto al diálogo entre la fe y la, siempre atingente, ciencia.

Giovanni es un profesional GBUísta, así que ha vivido la experiencia de hacer la misión desde y para la universidad. Tiene una experiencia importante en voluntariados hechos para jóvenes en contexto vulnerable que tengan algún especial interés por la ciencia. Pero siempre poniendo a Jesús y la expansión de su mensaje por delante.

Lo que leerán a continuación es una entrevista hecha a partir de sus experiencias, pero también de sus anhelos y esperanzas con respecto al lugar que tiene la ciencia en la vida del cristiano y de qué forma puede usarse para llevar el mensaje de la salvación.

Giovanni, ¿cómo fue que conociste a Jesús y el Evangelio?

El Evangelio lo conocí desde pequeño por mi hermana mayor. Ella me llevaba a la escuela dominical, a pesar de que mis padres eran católicos. Me gustaban las actividades de los niños. Yo, sin embargo, era bastante tímido y sentía que no encajaba en muchos lugares.

Luego llegó la adolescencia y la cosa seguía igual. A los 15 años tuve mi encuentro personal con Jesús. Sentí que podía ser parte de su familia, con él podía identificarme. Fue algo bien paulatino. Yo lo fui sintiendo de a poco en mi corazón. Le fui poniendo atención a lo que Dios quería para mi vida. Y así llegué a donde estamos.

¿Cómo conociste al GBU?

En la Universidad me empecé a sentir solo y me costaba pasar los ramos. Vi letreros del GBU que me invitaban a orar con ellos. Y cuando logré asistir, me sentí muy apoyado. Ellos entendían la carga que llevaba a mis espaldas, la de mi familia y de mi iglesia. Cuando llegué al grupo me sentí en casa. Venían de diferentes iglesias y tenían opiniones, muchas veces, distintas a las mías. Eso hizo que me abriera y quisiera conocer más.

Ciencia y fe

Coméntanos, ¿cómo nació este especial interés por la ciencia?

Nació desde pequeño. Yo siempre veía a el Laboratorio de Dexter en la tele. Me encantaba todo eso de los experimentos. A los 6 o 7 años vez me regalaron una cajita de experimentos, y para mí fue como un tesoro. Era un juego, pero que me acercaba a la ciencia.

En la media encontré un colegio que daba la carrera técnica de laboratorista química. Eso te permitía trabajar de ayudante en los laboratorios y eso me apasionaba. Incluso tuve mi propio laboratorio en la casa. Cuando botaban cosas en el colegio yo me las quedaba.

También agarré gusto por enseñar a los demás. Vi el interés de los niños, porque cuando les mostraba algo quedaban fascinados. Luego entré a la U a estudiar Ingeniería en Química.

¿Dónde y de qué manera encontraste esa relación entre ciencia y fe?

Como me di cuenta de que a los niños les gustaba aprender, empecé a hacer un taller, que también le llamábamos “taller de experimentos”. Tomamos a los niños que tenían mayor curiosidad por estos temas, y mientras mi hermana hacía talleres de baile y mi papá de deportes, yo hacía el taller de ciencia.

Postulé a proyectos para que la municipalidad nos diera materiales, me gané algunos y pudimos comprar tubos de ensayos y trípodes.

Se interesó más gente cuando entré a la U. Me uní a World Vision y ellos me ayudaron a reforzar esos talleres. Gracias a ellos nos llegaban más cosas. Y cuando me enteré de que se hacían voluntariados en GBU yo me uní altiro. Y ahí yo también fui aprendiendo.

Y sin darme cuenta, quedé a cargo de los voluntariados de GBU en colaboración con World Vision. Ese año le cambié el nombre a los voluntariados y lo llamamos “Regala una sonrisa” que era, al final, la fusión de esos dos grupos.

Empezamos a hacer talleres bíblicos para niños junto con los talleres de ciencia y teatro que estábamos haciendo. Se nos fueron uniendo gente de mi iglesia y compañeros de mi carrera, incluso si no eran cristianos.

Ellos se vieron muy impactados al ver que hacíamos iglesia a través de la enseñanza de la iglesia. Y eso es igual culpa nuestra, porque a veces la iglesia prefiere que uno vaya al culto en lugar de ser voluntario. Pero ahí estaba la causa.

Llevamos el evangelio a muchas personas. Especialmente cuando nos veían ahí en terreno, orando y glorificando a Dios con naturalidad. Son recuerdos que guardo como tesoros. Nunca lo voy a olvidar. Especialmente porque ahí me siento más cercano a la propia práctica de Jesús.

Porque él (Jesús) salía y compartía con las personas en el terreno. Nosotros podemos hacer lo mismo que Jesús desde nuestras especialidades. Es posible poner la ciencia al servicio de las personas.

¿Es un desafío hacer dialogar ambas cosas hoy en día o es realmente un mito?

Para mí fue natural. Pero para otras personas sigue siendo un mito. Hay iglesias a las que les cuesta abrirse a este tema. Muchas sienten que la gente se aleja por estudiar ciencia, piensan que nos llevará a la incredulidad.

Pero lo cierto es que vemos la gloria de Dios a través de la naturaleza. Veo los diseños del universo, su regularidad, y me es imposible no creer en el diseño del Creador. Yo creo que todo depende de las personas y de lo abierta que sean respecto a estas cosas.

Le haría una invitación a quienes nos lean a que sean abiertos. El GBU es una buena herramienta para eso. La carrera es una herramienta enorme para llevar el Evangelio. Porque hay una explicación a las cosas científicas que es perfecta. Y esa perfección solo viene de Dios mismo.

¿Cuáles son las claves para realizar ese diálogo hoy en día?

Lo primero que se me ocurre es que hay que salir del formato tradicional. Cuando haces una charla en una iglesia es difícil que una persona no cristiana se interese. Tenemos que aprender a compartir con otras personas.

Es lo que hace GBU, por ejemplo, pero igual hay gente reacia. Mis compañeros se impactaban al ver que GBU no tenía el típico esquema religioso.

Debemos mezclarnos en el mundo y participar en otros grupos. La gente tiene la idea de que los cristianos somos una secta. Debemos mezclarnos, aún corriendo el riesgo de parecernos a ellos más que ellos a nosotros. Porque ahora hay mucha gente sin esperanza y necesitada de Dios.

Si nosotros vamos a un lugar distinto, verán que nosotros somos personas igual que todos, con la misma carrera y conocimiento muchas veces. Nuestra única diferencia es que nosotros somos seguidores de Jesús.

Al final de Él viene nuestra esperanza. Creo que ese sería mi mensaje: salgamos y hablemos con las personas. Hablemos de ciencias y de vacunas. Pero que la forma en que lo hagamos debe ser con la compasión y con el amor que solo viene de Dios.