Pamela Valenzuela y David Carrillanca son un matrimonio conformado por dos ex-gbuístas de Chile. Hoy nos cuentan sobre su experiencia haciendo, viviendo y propiciando las misiones.

Pamela Valenzuela y David Catrillanca, además de haber estudiado para ser profesores en la Universidad de Los Lagos, en Osorno, han dedicado buena parte de su vida a las misiones.

Conocieron el GBU por invitaciones de familiares y amigos. Y aunque al principio la relación con el movimiento no se dio de forma espontánea o tan cercana, tanto Pamela como David concuerdan con que el GBU les entregó comunidad, formas de estudiar el Evangelio y conocer al Señor.

Hoy, viviendo en Bolivia desde hace dos años y dedicados a la misión con infancia vulnerable, aceptaron conversar con nosotros y hablarnos, justamente, de las misiones. Aquella parte fundamental de la vida de los cristianos, que quizás se ha visto interrumpida a causa de la situación sanitaria.

De este modo, en una fluida entrevista, nos bendijeron contándonos sobre su llegada al Evangelio, su relación GBU, la relación entre ellos y, sobre todo, su experiencia en las misiones.

Primero que todo, ¿cómo fue que conocieron el Evangelio?

Pamela: somos ambos hijos de pastores. Por lo que el Evangelio estaba en todas partes. El Evangelio ya nos conocía. Un encuentro personal con Dios fue a los 18 años cuando llegué a la Universidad. No fue en GBU, fue en una iglesia. Pero ahí GBU hizo el resto del trabajo en reafirmar mi fe.  

David: Yo también soy hijo de pastores. Conocí al Señor más temprano, como a los 11 años. Pero claro, fue en la época universitaria cuando mi fe fue afirmada. Ese “de oídas te he oído” define gran parte de mi vida. GBU entonces fue como mi familia. En mi familia había bases cristianas, pero cuando uno madura y crece le importan y le desafían cosas distintas. Nosotros conocimos el Evangelio de pequeños, pero la madurez en la fe se la debemos a la U.

Ya yendo al tema que nos compete hoy, ¿sienten que tienen un especial llamado a las misiones? ¿De qué modo?

David: sí. El llamado a las misiones en algunos casos se da de manera tan espontánea y fuerte que puedes decir desde muy temprano que así es. En nuestro caso, el llamado se construyó desde que éramos pequeños. El llamado nos encontró y nosotros lo descubrimos cuando ya estábamos metidos “hasta las patas” en el Evangelio. Ahí nosotros hicimos conexiones y descubrimos cuál era el propósito para nosotros. Tenemos la convicción de que es un llamado muy fuerte, de familia y muy de Dios. A diferencia de otras personas que tienen un lugar, nosotros tenemos un llamado misionero a la infancia vulnerable.

Pamela: claro, no es que a los 14 años ya lo tuviéramos claro. Vimos el llamado siempre que notábamos la necesidad en la vida de las personas. No necesariamente en un lugar concreto, sino también en otros contextos.

David: creemos que el Señor va moldeando y conquistando los corazones de las personas. No nos podemos negar a su voluntad.

La Biblia dice que Él es el alfarero, el que llama, el que conquista y el que moldea el corazón. Todo eso pasa de ti, pero ha sido con tanto amor que uno se enamora también del propósito.

David Carrillanca

¿Cómo fue que Dios les comunicó ese llamado?

David: nuestra historia es paulatina. Al principio, cuando éramos pequeños, teníamos en común la sensación de que Chile no era nuestro lugar de destino. En ese momento creímos que era pasión por el turismo y los viajes. Era una inquietud que no podíamos definir. Comentamos esto siendo novios aún. Ya cuando fuimos quemando etapas esa inquietud aumentó. Nosotros fuimos pastores adjuntos en una iglesia, pero siempre sentimos que era algo temporal. Una vez fuimos a un campamento misionero a ser oyentes y ahí el Señor nos habló directamente.

Misión desde el encierro

¿Cuáles han sido los desafíos de hacer misiones en tiempos de pandemia?

David: nadie esperaba esta pandemia. Nuestro proyecto misionero era uno a dos años. Pero a principios de 2020 llega la pandemia y los objetivos quedaron a medias además de la incertidumbre económica. Tenemos amigos que perdieron sus trabajos y empresas. Ha sido desafiante en muchos sentidos. Entonces, ¿cómo hacemos misiones? Simplemente hemos confiado y aprendido a depender en el Señor. Eso nos ayudó a reinventarnos y ver que la misión se justifica cuando haces y cuando estás de forma concreta.

Pamela: es cierto. Además, después de cuatro meses aquí en Bolivia no hubo más cuarentena.

David: Justamente, a partir de eso nosotros también tuvimos que volver a salir y reinventar la forma de hacer misiones a partir de las limitaciones impuestas por la emergencia sanitaria.

Pamela: aprendimos a llevar la misión de otras formas. No solo presencialmente, sino también virtualmente. Por lo que hemos podido llevar la misión a otros lugares, hacia afuera, gracias a la tecnología. Uno de los regalos de la pandemia aquí en Bolivia es que hemos podido salir igual, aunque sea con más restricciones.

David: hemos transmitido nuestros cultos, por lo que hemos evangelizado fuera de Bolivia. Eso ha ampliado el campo del “cómo” hacer misiones. Evangelizamos a las personas más que a los lugares.

¿Qué lugar ocupan las misiones en la vida cristiana en este contexto?

David: ¿quieres una respuesta de la realidad o del ideal?

Ambas

David: con respecto a la realidad, lo que hemos visto en contexto de pandemia o saliendo, es que las misiones pasan a segundo plano. Es lamentable, pero encuentro que es muy humano. Lo que se considera no esencial se va dejando de lado y se invierte en lo que es más concreto.

Antes Chile era uno de los objetivos favoritos para las misiones, pero eso se fue perdiendo. Siempre pensamos en que las iglesias “bacanes” son las que hacen misiones y no tanto las pequeñas o menos conocidas.

No hemos alcanzado a ver la misión como Dios las ve, como prioridad. No es un lugar ni una actividad, es la genética de la iglesia. Es ver dentro de los grupos de las iglesias y observar a las misiones permeando cada área. Cada parte de la iglesia debe ser misional.

David Carrillanca

Pamela: cambiarían las prioridades y los formatos de la iglesia. La misión es la misión de Dios por hacerse conocido, ser glorificado y restaurar a las personas. Si eso no es prioridad todo se vuelve muy complejo. La iglesia debe invitarnos a ser parte de la misión.

Para finalizar, ¿qué mensaje podrían darle a las personas que sienten el llamado a las misiones?

Pamela: yo creo que nos tomamos demasiado tiempo y damos demasiadas vueltas. La etapa universitaria es el momento ideal para lanzarse a hacer misiones porque hay más libertades y menos responsabilidades de adultos. Si hay alguien con inquietudes misioneras en la Universidad yo le diría “vo´dale”. Nosotros lo hicimos siendo pastores, trabajadores y padres. Se pudo, pero fue difícil. Lo que no significa necesariamente dejar la carrera.

David: de hecho, terminar la carrera puede ser un buen equipo para hacer misiones en el futuro. Porque te da herramientas que te pueden ser muy útiles. Son casos muy excepcionales cuando Dios te dice “no termines la carrera”. Lo más recomendable, por lo general, es terminarla.

Pamela: mi mensaje es que no hay mucho que perder.

David: mi mensaje sería que, por lo que he vivido y leído en la Biblia, el temor tiene el potencial de paralizar tu vida. Es una emoción humana y tiene la capacidad de bloquearte y estancarte, así como llevarte a dar pasos en otra dirección. La forma de contrarrestar el temor es la fe. Eso les digo. Tengan fe. Hebreos nos enseña a poner los ojos en Jesús, autor y consumador de nuestra fe. Pues Él es el mayor y mejor misionero.

«Dios no está en cuarentena. Podemos confiar en eso y en que él nos sustentará».

David Carrillanca

Pamela: yo agregaría que Jesús es el piso y que nada pasa sin él. Pero también hago el llamado a ser responsable. Hay que prepararse, juntar dinero y estudiar la historia y cultura del país. Pero como dice David, por Jesús parte todo.