Comencé mi tiempo como asesora en el GBUCh el año 2016, muy insegura de mi misma. Consideraba que había sido una equivocación que me propusieran trabajar aportar desde el servicio como obrera y no sabía muy bien qué es lo que tenía que hacer, pero aun así acepté confiando en los propósitos de Dios para mi vida y para el movimiento.
Pasé mi primer periodo imitando mucho de lo que había visto de quien fue mi asesor mientras era estudiante y rescatando ideas de mis compañeros más antiguos. Tuve muy buenos ejemplos que seguir y un grupo de trabajo que se apoyaba mutuamente. Entre ensayo y error llegué a mi segundo periodo con una idea más clara de lo que era mi trabajo, con capacidades y habilidades aprendidas, conocimiento y verdades que aún me sorprenden y por supuesto con mi inseguridad que seguía entrometiéndose.
Me cuestioné mucho tiempo si realmente era una buena asesora, si hacía bien mi trabajo, si debía dar un paso al lado o ir por un tercer periodo, y un sinfín de pensamientos que me invadían. En ese tiempo el Señor trabajó mucho mi corazón y convicciones, me ayudó a ver el pecado en mí y me guio al arrepentimiento. El Señor fue muy bueno conmigo, no me dejó ni desamparó aún en mis periodos de mayor confusión. Su evangelio, amor y comunidad me ayudaron a voltear mi mirada hacia él y han ido transformando mi vida mientras le conozco por medio del acompañar a otros. Me ha permitido disfrutar de amistades profundas que nacen a raíz de conversaciones sinceras y amarlo más cuando veo Su amor por aquellos que están perdidos.
Me cuestioné mucho tiempo si realmente era una buena asesora, si hacía bien mi trabajo, si debía dar un paso al lado o ir por un tercer periodo, y un sinfín de pensamientos que me invadían. En ese tiempo el Señor trabajó mucho mi corazón y convicciones, me ayudó a ver el pecado en mí y me guio al arrepentimiento.
Mi trabajo ha sido muy gratificante. No solo por la amistad en el equipo de trabajo, sino que también porque he podido ver personas impactadas por el evangelio, estudiantes que estaban sin esperanzas encontrar un sentido, administrativos de las Universidades colaborando con el movimiento, profesionales que deciden donar de su tiempo y recursos para el trabajo en el ministerio, ideologías confrontadas con la verdad, a Cristo amando y buscando a los estudiantes, a iglesias cooperando, y muchas cosas más. Todo lo difícil que ha sido de manera personal, todos los desafíos y obstáculos que surgen en el camino, circunstancias poco favorables, falta de oportunidades, etc., se ven opacadas por la hermosa obra de Dios en la vida de los universitarios.
Durante estos casi 6 años, él me ha hecho comprender una y otra vez que este trabajo no depende de mí, sino más bien de Él. Que puedo adquirir mucho conocimiento y herramientas, pero el movimiento y su crecimiento siguen sujetos a Su voluntad.
El Señor me ha ayudado a cambiar mi perspectiva de las cosas. Si bien aún lucho con la inseguridad (y no sé si algún día deje de hacerlo), eso me ha obligado a aprender a depender más de Dios. Lo que tengo claro es que quiero seguir sirviendo al Señor en donde él decida y quiero seguir siendo moldeada a través de mi trabajo como asesora. Porque hay un aprendizaje que me ha ido acompañando desde que comencé a ser obrera, que me motiva y llama a continuar aquí: amar a Cristo implica acompañar a otros.
Si yo amo a Cristo y su obra en mí, uno de los actos seguidos que vienen como reacción a su amor es amar a mi hermano y querer lo mismo para él. ¡Yo quiero que todos puedan conocer a Dios y tener una relación con Él! Entonces como ese es mi deseo, voy a actuar conforme a eso. Por eso, querido lector, te animo a que pienses en una persona a la que podrías acompañar y te propongas hacerlo, ¡no hace falta mucho! Con tan solo juntarte intencionadamente con alguien a leer la Biblia juntos y compartir de sus vidas, estarás comenzando una relación de acompañamiento. Si tú has probado esto, entonces sabrás qué tan bueno puede ser tanto para ti como para tu hermano el acompañarse mutuamente.
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