Rocío Parra, graduada y hoy abogada especialista en Derecho Ambiental e interesada fuertemente en la justicia social y ecológica. En vista de los tiempos que vivimos, quisimos contactarnos con ella para que nos contara un poco de su vida y, por supuesto, que nos ilustrara un poco en torno a la fe y el cuidado de la creación.
Rocío Parra Cortés es investigadora del Centro de Derecho del Mar PUCV y académica de la Facultad de Derecho de la misma casa de estudios. Hace seis meses volvió de España en donde, como becaria de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (exConicyt), cursó parte de su doctorado. Su tema de investigación es la protección de las costas marinas en Chile desde una perspectiva jurídico ambiental. Rocío es mamá de Amparo (10 años) y Camilo (6 años) y, junto a su marido, Sebastián, forman parte de la Iglesia Ministerio de Fe en Valparaíso.
En una entrevista que, más que otra cosa, fue una excusa para que ella se explayara, realizó un afable recorrido a través de su historia de vida, su conversión, su encuentro con el Evangelio, con GBU y sus opiniones respecto a diversos temas que, tristemente, nos son tan discutidos como debieran ser en la iglesias.
Empecemos, como dicen, por el inicio, ¿cómo fue tu encuentro y vida en el evangelio?
Crecí en una familia cristiana. De hecho, mis papás se conocieron en GBU. Es gracioso, mi familia materna fue parte de los comienzos de GBU en Chile.
Mis papás siempre han servido al Señor. Mi papá, como asistente social, junto con otros hermanos, fundó un hogar para personas con problemas de adicciones a las drogas en Viña del Mar, que se llamó “El Hogar La Roca”; mientras que mi mamá, como profesora de Inglés y Educación cristiana, ha servido enseñando a niños y jóvenes.
Así, toda mi niñez transcurrió en un contexto cristiano-evangélico. A los doce años, decidí bautizarme, pero creo que el hito que marcó mi conversión fue solo cuatro años más tarde. Cuando tenía 16 años fui de intercambio a Inglaterra. Allí fui confrontada a tomar una decisión respecto del Señorío de Cristo. Nadie me conocía y podía perfectamente vivir una vida sin Cristo, estaba lejos de mi familia y no tenía que rendirle cuentas a nadie.
Sin embargo, entendí que no podía concebir mi vida sin Cristo ni la trascendencia del Espíritu Santo. Por mucho tiempo había dimensionado el carácter de Dios como padre e hijo, pero el valor del Espíritu Santo no había sido realmente claro para mí. Fue como descubrir el lado maternal de Dios. Y, junto con ello, experimentar el señorío de Cristo fue vital. Ese viaje marcó mi vida al comprender que no era cristiana por venir de una familia cristiana, o por hacer cosas buenas, sino por lo que Cristo era en mí.
Nos contabas que tus padres se conocieron en GBU, pero ¿cómo ha sido tu relación personal con el GBU?
Entré a la U en 2004 a estudiar Derecho en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Para mi familia era una tradición formar parte de GBU. Así que fue como algo inherente participar. Fue un tiempo muy especial porque podíamos compartir con hermanos y hermanas de diferentes trasfondos cristianos de la V región. Era genial porque era un grupo bien diverso y de distintas carreras.
Durante este tiempo me fui involucrando cada vez más en temas sociales. Asunto que en mi familia era muy natural. Mi papá fue alcalde de Viña del Mar y mi mamá fue parte dirigente sindical en el colegio en el que trabaja. Eso también fue interesante en GBU porque habían personas con diferentes visiones, no todos tenían las mismas perspectivas o intereses sociales y políticos, lo cual muchas veces era bien desafiante.
Mi relación con el grupo bíblico también se vincula con el movimiento Lausana, un ministerio fundado por John Stott y Billy Graham, cuyo propósito es vincular ideas e influenciar la misión mundial de tal forma de impactar, con el Reino de Dios, cada esfera de la sociedad. GBU, como parte de IFES, forma parte del movimiento Lausana.
Una de las redes temáticas de Lausana es Lausana-Cuidado de la Creación. En 2015, invitada como graduada y colaboradora del GBU, participé en la Conferencia regional latinoamericana y del caribe “El cuidado de la creación y la misión de la iglesia” en donde más de 80 hermanos y hermanas del Abya Yala pudimos compartir nuestros ministerios y vocaciones relacionadas con el cuidado del medio ambiente. Allí reafirmamos el compromiso adquirido en la Consulta Global de Lausana sobre el Cuidado de la Creación y el Evangelio en 2012 referente a que el Cuidado de la Creación es sin duda un “tema del evangelio dentro del señorío de Cristo” . Ese encuentro fue determinante para mi vocación ya que el Señor confirmó mi compromiso y el llamado ministerial: el cuidado de la creación a través del Derecho.
¿Cómo nació tu especial interés por el medio ambiente?
Desde pequeña siempre me interesaron los temas relacionados con la protección del medio ambiente. Cuando estaba en la universidad comencé a colaborar en la investigación que estaba realizando un profesor de Derecho Ambiental. El tema central era la Justicia Ambiental y los Espacios Costeros Marinos.
En este tiempo comencé a desarrollar mi tesis de pregrado en la Ley que crea los Espacios Costero Marino de Pueblos Originarios. Fue muy motivante porque pude hacer una investigación en terreno, viajé al sur de Chile para comprender como había sido el proceso de creación de la ley por los propios miembros del Pueblo Lafkenche y también el Pueblo Huilliche.
Poder escuchar de ellos mismos el valor de la naturaleza, de las costas y los mares, más allá de meros recursos o bienes al servicio de los seres humanos, fue muy impactante. Su cosmovisión y vinculación con la naturaleza me hizo cuestionarme por la forma en que yo, como cristiana, me estaba vinculando con el resto de lo creado.
Años más tarde, ya siendo abogada, comencé a trabajar en el Centro de Derecho del Mar de la PUCV. Allí he realizado investigaciones sobre recuperación de pesquerías y pesca ilegal. También trabajé en la FAO-ONU revisando la Ley General de Pesca y Acuicultura.
Últimamente estuve investigando sobre la vinculación entre la conservación de la biodiversidad costera y los derechos de los pueblos indígenas, especialmente en relación al mar patagónico. Y, por otra parte, sobre la Ley de Caletas de pescadores y su incidencia en la mejora de la calidad de vida de los pescadores artesanales y sus comunidades.
Ahora me encuentro terminando mi tesis doctoral sobre la protección de las costas marinas desde una perspectiva jurídico ambiental.
¿Es compatible nuestra fe con un estilo de vida ambientalmente responsable? ¿Por qué?
Totalmente compatible. De hecho, es inherente a la vida cristiana el tener un compromiso de cuidado y protección con el resto de lo creado. Porque, así como el Señor es Creador, lo creado exige y demanda responsabilidad y protección, lo cual es muy diferente a la tradicional visión de dominar la naturaleza y ponerla al servicio del ser humano.
Creo que el llamado que hace el Señor a los seres humanos abarca una dimensión amplia en términos de justicia ecológica. Eso es un tremendo desafío para la Iglesia hoy.
Desde una perspectiva del gran panorama bíblico, no podemos desconocer que la separación del ser humano con Dios también ha significado un quiebre con la relación entre la naturaleza y la humanidad. Esto ha llevado a puntos tan graves como un individualismo posesivo respecto de lo creado.
Eso devela gran parte de los conflictos medioambientales en que nos encontramos. Chile tiene un sistema súper individualista. Creemos que podemos extraer recursos sin medir las consecuencias. Las zonas de sacrificio son muy reveladoras en este aspecto. En todas las regiones de Chile existen zonas donde la calidad de vida de las personas está siendo constantemente sacrificada para que otras personas puedan tener o mantener un estilo de vida consumista e individualista. Casos de zonas de sacrificio son, por ejemplo, Titil o Puchuncaví-Quintero.
Hoy en día, en general, las personas tienen un alto grado de sensibilidad en cuando a la crisis ecológica en la que nos encontramos. De hecho, eso quedó demostrado en que una de las principales causas del estallido social de octubre del 2019 estuvo basada en los conflictos socioambientales.
Sin embargo, esto no lo vemos de manera tan clara en las iglesias. La preocupación y responsabilidad ambiental no es un tema que sea comúnmente relacionado con la misión y el evangelio.
Gracias a Dios, parte importante de las nuevas generaciones de cristianos y cristianas sí consideran el cuidado de la creación como parte integral de su misión. Eso me da mucha esperanza, pero aún queda mucho por hacer. No podemos olvidar que toda la Creación da cuenta de la gloria de Dios y nuestro rol, como parte de los seres creados, es ser sus mayordomos.
¿Qué mensaje le darías a esos cristianos y cristianas que hoy sienten inquietudes con respecto a su posición respecto al mundo, el medio ambiente y los animales, pero que todavía no han tomado ninguna posición ética?
Es indudable que nos encontramos en un momento crítico de nuestra historia. La crisis ecológica que hoy enfrentamos tiene múltiples dimensiones, entre las que están: pérdida de biodiversidad, cambio climático y la contaminación.
Creo que es determinante que los cristianos y cristianas asumamos nuestra responsabilidad y rol de cuidadores de lo que Dios ha creado. Dios nos ha llamado a servir, y el campo del cuidado del medio ambiente está presto para ello.
«Hay muchas áreas por desarrollar en el cuidado de la creación y donde los actuales GBUístas, con la formación y reflexión que tienen, son muy necesarios».
Es importante abordar el cuidado y el respeto al medioambiente en nuestras congregaciones.
Hay hermanos y hermanas que queremos ser parte de esto: hay una campaña llamada Renovemos Nuestro Mundo, con una arista en Latinoamérica. Estamos en Chile. Somos un grupo interdenominacional. Nos juntamos una vez al mes para reflexionar en torno al cuidado de la creación y el rol de los cristianos en la realidad chilena hoy.
Todos y todas quienes estén interesados/as en participar, son bienvenidos/as.
Comentarios recientes