¿Si tuvieras un mes para invertir en capacitación de asesores de Latinoamérica, qué harías? Es una pregunta que el equipo regional de IFES tuvo que abordar. Para mí, la respuesta: Comunidad, Palabra y práctica.
Desde que llegamos a Bogotá a principios de febrero, todos fuimos recibidos desde el aeropuerto mismo con una gran acogida por parte del movimiento local, UCU (Unidad Cristiana Universitaria). Luego, diferentes hermanos en la fe abrieron las puertas de sus casas para atendernos. Obreros de 15 países (México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil, Paraguay y Chile) compartimos espacios, experiencias y perspectivas por 4 semanas. Todo con diferentes palabras, acentos, escenarios políticos, tensiones emocionales, proyectos y sueños. Comunidad.
Para la segunda semana nos llevaron a un lugar de retiro llamado “Renacer”. Al igual que la primera semana, el programa incluyó tiempo de alabanza, exposición bíblica, seminarios y bloques libres. Los expositores, todos con mayor experiencia que nosotros en la obrería, compartieron sobre el Reino de Dios en la Biblia, cómo se contextualizó el mensaje del evangelio en Hechos, diferentes desafíos del trabajo y, tal vez lo más importante, cómo las Escrituras han moldeado sus vidas en la práctica. Palabra.
Al pasar a la tercera semana, nos dividimos. Agrupados de a 4 ó 5 personas, nos esparcimos por ciudades donde el movimiento colombiano está presente. Mi experiencia fue la de visitar Ibagué, capital del departamento de Tolima, con aproximadamente 500.000 habitantes. Si bien recibe gente de toda la región, es una ciudad marcada por el desempleo y últimamente por sus altas tasas de suicidio. En ella mi equipo se organizó para animar, capacitar e impulsar al grupo local a planificarse; además de fomentar las redes con iglesias y pastores. Diferentes intervenciones nos ayudaron a escuchar las voces de los universitarios y compartir de vuelta, por medio de un picnic abierto, un taller de salud mental y el desarrollo de un cine-foro. Al terminar la semana, compartimos un día de paseo con los chicos del grupo, viviendo desde otra perspectiva la comunidad. Práctica.
¿Qué me deja esta experiencia? Precisamente la cuarta semana apuntaba a eso, a darnos más tiempo para la reflexión y planificación. En lo personal, fue la semana más difícil, porque a pesar de que estuvimos más cómodos (en un centro de retiros católico con piezas individuales), era el tiempo de las despedidas. Aquellos con quienes ya nos estábamos familiarizando, dejarían de estar al lado para reír juntos, cantar y alegrarnos por lo que Dios nos estaba diciendo. Pero naturalmente, sin separarnos para volver a nuestras tierras, el propósito de todo esto no se habría cumplido.
En este inicio del procesamiento del encuentro (que algunos expositores declararon que les tomó años…), voy sacando “en limpio” los siguientes puntos:
- Particularmente para un trabajo ministerial, más importante que el “hacer”, es el “ser”. Muchas veces lo oímos, pero hasta ahora no me había convencido lo suficiente. Si uno tuviera el conocimiento adecuado, ¿por qué es más relevante si estoy cultivando mi relación con Dios que preparar objetivamente una buena presentación en todo sentido? Muy sencillo: Al exponer, se transmitirá, junto al contenido, una actitud frente al mismo tema, que probablemente quede más marcada que el contenido mismo. Si hay sinergia entre la propuesta y el que propone, cuánto más se facilita que el oyente se sienta interpelado. Esto se extiende a toda la obra ministerial.
- Muy ligado a lo anterior, se me hizo evidente que, sin ser esenciales, somos parte de un propósito y un proyecto infinitamente mayor. Lo que sea que yo esté llamado a hacer en Chile, es algo que se llevará a cabo al mismo tiempo en que muchos servidores estarán respondiendo a la voz del mismo Rey en sus distantes campus. Y hoy puedo decir que conozco a varias de esas hermanas y hermanos.
- La forma, por lo tanto, en que llevemos adelante los objetivos propios de la labor, no da lo mismo. Nuestra actitud debe estar moldeada desde la confianza en que el Rey reina. ¿Iremos adelante con temor a que derriben nuestros argumentos? Creo que esto nos motivaría a imponer: encerrarnos y asegurar nuestra zona de confort, o vivir chocando de frente con los demás. Sin embargo, buscar puentes y amar a las personas genuinamente son cosas en las que nos podemos embarcar desde la tranquilidad de que a Dios no se le escapa nada y efectivamente hace avanzar Su reino. Él puede convencer de pecado (tanto al incrédulo como al creyente).
Junto a lo anterior, en el encuentro nos convencieron de que hay muchos temas que son relevantes, y por lo tanto nos conviene tener algún grado de conocimiento: La relación entre ciencia y fe, el cuidado de la creación, concepciones de evangelismo y misión, compromiso con las Escrituras, vínculos entre cultura y fe, claridad del contexto global, movilización de recursos, etc. Pero como ya dijimos y, dada la escasez del tiempo disponible para aprender de cada área, los esfuerzos invertidos en capacitarse deben verse supeditados al proyecto que Dios está desarrollando en uno mismo. Podemos desesperarnos pensando en todo lo que nos falta, pero debemos entendernos como parte de un cuerpo que Dios mismo ordena.
¿Qué expresión práctica toma esta última afirmación? Dos elementos: Disciplinas espirituales y planificación. Ambas cosas reivindicaron su importancia en mi vida. Dios quiere hablarnos y ha determinado hermosas formas de hacerlo, que incluye, por cierto, tiempo y dedicación. Recibiendo Su mensaje, podemos luego darle prioridades a nuestro quehacer para ser consecuentes con nuestras posibilidades.
Efectivamente, mi tiempo en el EFO fue intenso, gratificante y, como se desprende, muy desafiante. Ahora, ¿qué (desafío) implica para tu vida que el Reino prometido de Dios ya está entre nosotros, que nos debemos al mismo Rey y que Él sí tenga un plan para ti?
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